BIBLOTECA NACIONAL DE ESPAÑA: La memoria del mañana
lunes, 12 de diciembre de 2016
Cartularios de Valpuesta
Cartularios
de Valpuesta:
cuando el
latín se hizo español
Clonados por
primera vez los códices del siglo IX que contienen los vestigios más antiguos
del idioma . Madrid
- 11 DIC
2016 - 00:04 CE
Bajo
una helada del demonio y la mirada escrutadora del arcediano, el pobre monje,
temeroso de Dios y de que le tiemble el pulso, copia lentamente en su scriptorium la
relación de bienes que generosos donantes han regalado al monasterio. Traza con
una pluma de ave mojada en hollín desleído en agua:
“Kaballos”.
Donde tenía que poner, o donde hasta entonces ponía, “Caballum”.
Luego
escribe: “Molino”. No “Mulinum”. Y “Calçada”, y no “Calciata”. “Pozal”, en
lugar de “puteale”. “Iermanis”
en
vez de “frater”.
En
su escritorio y en el de otros monjes, el latín vulgar deja de serlo para
convertirse en lengua romance y, más allá
de eso, en chispazo de lo que mil años más tarde llamaremos “el español”. Un
latín torpe y corrompido por el habla que empieza a desplegarse en los campos y
en los mercados, en las iglesias y en los burdeles, abre paso a un idioma
nuevo.
AQUELLAS PALABRAS QUE
CAMBIARON LA LENGUA
-Borja Hermoso-
Son
numerosos los ejemplos de palabras que, como recogen los Cartularios de
Valpuesta, pasaron del latín vulgar a la lengua
romance origen del español entre los siglos IX y XII. Estas son algunas:
Cuenca, en
lugar de conca.
Fuero, en
lugar de forum.
Fresno, en lugar de fraxinum.
Concejo, por concilium.
Piele, por pellem.
Madera, en vez de matera.
Algunos
ejemplos concretos de contexto de este tipo de trasvases idiomáticos:
Año
939: una mujer de Alcedo (Álava) de nombre Guntroda dona al monasterio de
Valpuesta una viña y en cambio le viene
dado
un potro castano et una piele (un potro castaño y una piel). Potro deriva
del latín pultrus.
Año
944: aparece kasa en vez de domus; capo (cabezal) en vez de caput; matera (madera) en vez de lignum; eglesia en vez de
ecclesia; carne en vez de caro; serna en vez de senera; ganato en vez de pecus.
Año
950: Manzanos en vez de pomíferos
o pomares; perare (peral) en vez de pirus; y surgen voces como cassios
(quesos) o iermanos (hermanos).
Pongamos
que hace de esto 1.200 años. Estamos en el arcedianato de Santa María de
Valpuesta, en lo que hoy es el nordeste de la provincia de Burgos, a 20
kilómetros de Miranda de Ebro y 45 de Vitoria. Allí, en un lugar que hace más
de un milenio fue cabeza de diócesis y hoy alberga una aldea minúscula en el
valle burgalés-alavés de Valdegovía, los curas escribas lo anotan todo en unas
finas vitelas (piel de ternera o cordero nonato): son las cosas relacionadas
con la agricultura, la ganadería, los ropajes, los alimentos, las relaciones
sociales, los accidentes geográficos… Son los llamados Cartularios de
Valpuesta, también conocidos como Becerros
de Valpuesta:
según algunos de los mayores expertos
en la historia del idioma, las primeras dataciones de voces y grafías en
español, anteriores incluso a las Glosas Emilianenses y Silenses.
El
Becerro Gótico (o Antiguo) consta de 187 documentos escritos en diferentes
momentos por más de una treintena
de escribanos entre 804 y 1140. El
Becerro Galicano contiene 138 cartas del libro antiguo
y tres que no constan en aquel. Todas ellas fueron copiadas —digamos que
pasadas a limpio— por el canónigo de Valpuesta Rodrigo Pérez de Valdivielso, en
1236. Es el auténtico disco duro de los primeros balbuceos del español: la copia de
seguridad que los monjes de Valpuesta guardaban y actualizaban día tras día
sobre todas sus posesiones y privilegios.
Ahora,
y por vez primera, estos documentos imprescindibles sobre la evolución del idioma,
fijados entre los siglos IX y XII y cuyos originales dormitan en la sección de
Clero Regular del Archivo Histórico Nacional, resucitan en forma de clon: la
versión facsímil que la editorial burgalesa Siloé está a punto de publicar, con
una tirada de tan solo 898 ejemplares y una fidelidad al original que hace
difícil distinguir cuál es cuál. “El mayor reto es transmitir al público la
edad del pergamino y de la vitela, transmitir esa vejez, que es una vejez
dispar, además: documentos del siglo IX mezclados con otros del siglo XI o XII,
copiados por diferentes escribanos o monjes. Y como dificultad técnica, imitar
unos registros de lengüeta que no habíamos visto en otros libros ni en otros códices,
y que son una especie de marcapáginas muy complicados de reproducir”, explica
Juan José García, cofundador y editor de Siloé junto a su socio Pablo Molinero.
Esta edición de los Cartularios de Valpuesta, que verá la luz en febrero y cuyo
coste rondará los 4.000 euros, les servirá como fiesta de celebración: la de
los 20 años recién cumplidos.
El
sacerdote franciscano Saturnino Ruiz de Loizaga (Tuesta, Álava, 1939) pasa por
ser el mayor especialista vivo en el tema. Este experto en temas medievales,
teólogo, paleógrafo y archivero del Vaticano vive hoy en Roma. Desde allí
explica: “Muchos de estos vocablos constituyen las primeras indicaciones o
menciones del idioma castellano. Sin lugar a dudas, las primeras voces escritas
en lengua romance se encuentran en el Becerro
de Valpuesta”. Ruiz de Loizaga explica así la génesis de los cartularios:
“Los escribanos de Valpuesta pretendían redactar todos los documentos en latín;
pero, por una parte, carecían del conocimiento profundo de este idioma e
incurrían en errores imputables a la lengua que hablaban; y, por otra, se veían
forzados a utilizar esta última cuando tenían que consignar términos no latinos
o cuyo equivalente latino desconocían”.
Sin
ánimo de controversia, el teólogo y paleógrafo alavés no duda en confrontar los
papeles de Valpuesta con las Glosas Emilianenses, reivindicadas
tradicionalmente como origen del español: “Ramón Menéndez Pidal pensaba que las
Glorsas habían sido escritas en la segunda mitad del siglo X; pero esa datación
no se puede sostener hoy.
Las
Glosas Emilianenses son probablemente de la segunda mitad del siglo XI,
mientras que varias actas del cartulario
de Valpuesta se redactaron en el siglo X y puede que alguna en el siglo IX”.
La
Real Academia Española (RAE) tomó cartas en el asunto hace seis años. En
noviembre de 2010 editó en dos volúmenes los Becerros
Gótico y Galicano de Valpuesta, en
colaboración con el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Los autores del
trabajo sostienen en él que los documentos del monasterio burgalés incluyen “términos
que son los primeros vestigios del castellano y los más antiguos encontrados
hasta ahora”. Desde el otro lado del teléfono, el entonces vicedirector de la
RAE José Antonio Pascual, que lleva actualmente las riendas del Instituto de
Historia de la Lengua de La Rioja, explica así la relevancia de los
Cartularios: “Hasta el siglo XIII prácticamente no se escribe en lengua
romance, así que estos documentos, que son de los siglos IX, X, XI y XII, son importantísimos,
ya que en esos siglos van surgiendo muchas palabras y grafías, muchos gestos de
escritura que van detectando cómo es el romance de esos momentos”.
El
académico salmantino dice que espera con impaciencia la primera edición
facsímil de los Cartularios: “Una edición
facsímil, un clon, es de un valor extraordinario para los filólogos, los
historiadores y los paleógrafos, porque
podemos comprobar si algunas lecturas de aquellos documentos pueden cambiarse o
no”. ¿Y las controversias
político-culturales entre el Gobierno de La Rioja y la Junta de Castilla y León
sobre si son las Glosas o los Cartularios los documentos que han de ser citados
como chispazos primigenios del idioma?: “Explotar estas cosas es un disparate,
atiende sobre todo a razones políticas y turísticas y da mucho juego pero
evidentemente los filólogos no podemos pararnos a pensar en eso. Hay personas
que siempre quieren salir en la foto diciendo‘ aquí nació el español’. Pues muy
bien, pero los filólogos pasamos de eso”.
Publicado en EL PAÍS, 11 DICIEMBRE 2016
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